Aquí no hay calor que valga. Ya nos pueden decir que vamos a alcanzar los 40 grados que nosotros tiramos de testosterona y nos plantamos (vaya irresponsabilidad) donde haga falta, en este caso en Pinos del Valle, recorriendo todo el Valle de Lecrín, entrado por Albuñuelas y saliendo por la presa de Béznar. La cosa es que uno no está para tirar muchos cohetes velocipédicamente hablando y en mis planes no estaba ni por asomo asomar (valga la redundancia) por el valle. A lo sumo, al Zahor, para volver con los veteranos que hoy han llegado hasta allí.
Pero luego están los cansinos de los compis que se atreven a acompañarte para no dejarte solo y te van machacando la moral hasta que sucumbes. -Naaaahh, si vamos "despacico", (decía uno). - Eso vamos tranquilos y la hacemos entera, decía "el apoyador". Y Francis, que hoy ejercía de delegado, que no nos ha dejado ni un minuto solos, tomándose muy a pecho eso de que el delegado, en caso de que vaya en bici, deber ir acompañando al último. Por más que le hemos dicho que siguiera, que nosotros nos apañamos, pues nada, ahí estaba el tío (aplausos).
La ida, con un grupo más que reducido al principio, muy tranquila aprovechando el escaso número de efectivos que respetan el horario de salida (unos habían salido antes de la hora indicada en el libro y otros, después, creando así una "nueva modalidad de salida a la carta").

Teníamos un acuerdo tácito. Como éramos pocos (y no parió la abuela) pues se iba a hacer el recorrido todos juntos, o al menos el mayor tramo. Un inoportuno pinchazo pasado Alhendín se alía con los débiles y "obliga" a parar a los aguilillas que iban en la grupeta. Eso propicia que sorteemos el Suspiro del Moro (lugar donde habitualmente mueren las grupetas por las diferencias de ritmos) de una manera cómoda los tres jinetes del apocalipsis, Juanjo, Alberto y el que suscribe. Se ve que en el arreglo del pinchazo se toman su tiempo lo que nos permite tomar aliento y ventaja. Rodamos tranquilos, muy tranquilos, en mi caso aguantando los envites del personal para que no me quedase en el Zahor. Sucumbo y reorganizo mi ruta. Pues bien pensado, ya que no estamos gastando mucho, pues tiramos para Pinos del Valle y me vuelvo en el coche, pensando yo que, la vaca no daría más leche. Nuestro trote no se acerca ni por asomo al trote cochinero, esperando al grupo del pinchazo, que se nos acerca en las primeras rampas pasado el cruce de Cónchar.
Una rápida mirada atrás me advierte que el grupo es más numeroso que el que dejamos en la avería. Se habían unido los no madrugadores. Por delante, la cofradía de la "madrugá" seguía su curso. Pronto se desmadra la cosa y volvemos a quedarnos como estábamos al principio, los tres jinetes y Francis, que seguía empecinado en aguantar nuestro clamoroso rítmo. Tal era que éste que os cuenta, para amenizar la ruta (y eso que íbamos subiendo, que conste) le ha hecho una semblanza sobre el Valle de Lecrín a los improvisados parroquianos que escuchaban con avidez del por qué el Valle de Lecrín se llama así. Como no podía ser de otra manera, todo viene de la bendita época árabe que nos dejó un alto legado cultural en toda la provincia (este apartado lo dejamos para mejor ocasión).
Y así van cayendo los kms y como quien no quiere la cosa, nos presentamos en Pinos del Valle. Unos habían recién empezado a desayunar y otros, los de la "madrugá" ya no aguantaban más y para que esperar, - nos vamos que nosotros vamos más lentos, se oye decir. Como si nosotros fuésemos "el Pogachar y el Renco". Total, que salimos los que pacientemente nos esperan a que tengamos al menos un desayuno medio digno (me refiero en tiempo y forma) y tras una breve parada en la presa para inmortalizar tan bello momento nos enfrascamos en afrontar lo que nos queda, que no es poco.
Como no se habían gastado mucho las reservas de las piernas, vuelvo a reformular mi plan. Ya no volvería en el coche como dispuse en su momento, sino que en las zonas donde viese que la cosa era más complicada pues tiraría de veteranía (que para eso sabe uno engancharse en la ventanilla) y tras un acuerdo con un paciente Miguel que iba con el coche, afrontamos el regreso.
La primera en la frente. No había guardado el móvil (porque las fotos de la presa se habían hecho con mi móvil) y ya me había quedado solo como aquel que dice. Como "follasquín" han salido. Pues nada, ahora veréis. Miguel, fiel respetuoso de los pactos firmados, me espera y tiro para arriba reventado todos los registros del strava. Eso es lo que hay. Los paso y afronto, ya solo, el paso por Bérzar y comienzo la subida de los "llanos de contra" que tienen de llanos lo que yo de fraile. Hay tramillos que llegan al 9% (llanos dicen, los co****). Mi alcanzan los más aventajados. Llega el coche, y vuelta la burra al trigo. Los paso otra vez, en este caso hasta Talará que el paso por el pueblo lo vuelvo a hacer solo. En el cruce de Acequias, otra vez, el coche. Por delante tengo a la avanzadilla que van penando con la calor. Mi idea era llegar al cruce de Nigüelas y esperar los que no me habían abandonado en la ída.
La avanzadilla medio me convencen de irnos tranquilos hasta el cruce de Dúrcal donde pararíamos para comprar agua en el surtidor. Y así hacemos. El terreno es favorable por lo que nos plantamos allí en un pis pas.
Llamo al coche para ver por donde vienen. Por Nigüelas, me dice. Pues os espero, le digo, en un alarde de compañerismo y a modo de devolver el favor de los compañeros de la ida. Y así ha sido. La avanzadilla vuelve a lo suyo y yo me quedo a esperar pacientemente la llegada del grueso del mermado pelotón.
Una vez reagrupados, tomamos la carretera que va para Cozvijar (el segundo paso por allí en el día) y nos desviamos para Padul

Pasamos Padul y afrontamos el tramo que lleva hasta la autovía y El Puntal, punto donde el coche ha tenido el percance de pillar un bordillo que estaba agazapado entre la maleza pegando un reventón la rueda. Lo que inicialmente parecía un simple pinchazo se ha convertido en algo más serio. Ahora Francis, además de delegado, tira de profesión, y cambia en un santiamén la rueda. Pero no era solamente un pinchazo. La rueda iba suelta. El fuerte impacto ha provocado que el eje (yo no entiendo nada de estos temas, solo comento lo que se escuchaba por allí) estaba suelto y la rueda iba como mirando para la cuneta. A duras penas, conseguimos llegar con el coche a una zona de naves donde podría ser aparcado sin obstaculizar la carretera como estaba en un principio. Mira por donde, había allí una grúa y, tras una breve negociación entre Francis y el "gruista", éste último accede a llevar el coche hasta Maracena donde será minuciosamente revisado y "a ver que pasa".
Gracias al Dios que fuere, no hemos tenido que lamentar nada más que la avería del coche porque el vuelo que ha hecho era como para volcar. Afortunadamente, Miguel no ha sufrido percance alguno salvo que se ha derramado encima toda el agua de la nevera que iba abierta en el asiento de al lado y que, dicho sea de paso, le ha venido de maravilla porque el "lorenzo" ya había presentado la credenciales para ver quien mandaba allí.
Una vez todo "enjaretao" los tres que nos quedemos allí con Miguel, Alberto, Francis y este que os cuenta, afrontamos el regreso con más corazón que ganas ya que el calor apretaba de lo lindo.
En el punto de reagrupamiento estaba Damián esperando y Marcelo que había ido al hotel que hay allí cerca para avituallarnos de agua porque la que traíamos en el bidón estaba para todo menos para bebérsela.
Los veteranos, como citaba al principio, ha llegado hasta el Zahor y otros dos, Jorge y Pepe, decidieron con buen criterio, hacer la ruta hasta Talará.
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