Domingo típicamente otoñal en el que no ha faltado ningún ingrediente propio de la estación que transitamos.
Calor post-veraniego en los primeros compases de la jornada con un vernanillo de San Miguel que se resiste a irse y por si fuese poco con la cansina calima que inundaba el ambiente.
Así las cosas nos hemos dispuesto a terminar la temporada con la misma ilusión que la comenzamos. Un total de 36 participantes más otros tantos allegados han desfilado por uno de los parajes más bonitos de nuestra Granada, la carretera de la Peza.
Bien es cierto que una vez que se pasaba el pantano de Quéntar, el ambiente se enfriaba hasta unos fresquitos 8 grados, cosas del terreno.
El objetivo era Blancares, a 1297 m de altitud, un puerto muy carismático dentro del pelotón ciclista granadino. Y muy cómodo. No tiene complicaciones en exceso salvo las que uno pueda añadirle al elegir la grupeta.
El control de firmas estaba en Tocón de Quéntar, con desayunos incluidos y lo que no son desayunos ya que se está convirtiendo en tradición llegar y saborear el sabroso manjar típico del local, el choto al ajillo y como no podía ser de otra manera, regado con sendos tercios de cerveza.
La foto oficial del grupo en la plaza, otra tradición daba el pistoletazo de salida para el regreso, con un viento sospechoso que soltaba a su albedrio las mortecinas hojas amarillentas de los árboles. Digo viento sospechoso por la zona se convierte en una ratonera de la que es difícil salir indemne cuando las nubes se confabulan. Y así ha pasado. Los primeros compases se resolvían con unas gotillas que caían del cielo por lo que, temiendo una tormenta, el pelotón se ha lanzado intentando salir del agujero lo antes posible.
Al final, lo que pudo haber sido no fue y solo cayeron algunas gotas, pocas, hasta la llegada a Maracena.
Y es que, de vez en cuando, la suerte es una buena aliada.
Los veteranos llegaban hasta el otro punto de control, en el restaurante Aguas Blancas.
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