domingo, 9 de febrero de 2025

Domingo 9 de febrero: DEIFONTES

 

Hoy teníamos la marcha a DEIFONTES, pero por un recorrido algo inusual para este destino. Teníamos que sortear, en la ida, la subida a Güevejar por Pulianas para después bajar al Chaparral. Desde ahí hasta Deifontes por la ruta habitual. En el regreso, al llegar al Cubillas debíamos girar para Caparacena para llegar a Pinos Puente y por "la silenciosa" regresar a Maracena después del reagrupamiento en Albolote.

Estamos a comienzo de temporada y la cosa pintaba bien. No había, al menos al principio, ganas de tralla por lo que el paso por Pulianas se hace de manera cómoda. En las primeras rampas no se hace necesario incrementar el ritmo. La selección natural pone a cada uno en su sitio.

La subida no es muy complicada que digamos pero te obliga a apretar. El grupo se estira hasta romperse en las clásicas grupetas. Uno, que es de instinto paternalista, decide esperar al grupo de atrás donde vienen los rezagados. Noto un pinchazo. La rueda no va muy floja que digamos pero va mal. Corono el pueblo y decido bajar con precaución mientras me alcanza el coche. Por detrás pasan como flechas los rezagados. En la rampa del desguace decido parar. El coche me alcanza y decido poner algo de aire en la rueda ya que no iba muy floja que digamos y considero que igual podría aguantar hasta Deifontes.

Comienza el slalom. Meto la directa. El coche, con Miguel de conductor y Manolo Ramal como delegado, que hoy venía con atuendo de director deportivo y gorra retro esperan detrás. Al parecer viene alguien más. 

La bajada, a casi 70 km/h, es una contrarreloj en toda regla. No se divisa nadie. Llego al Chaparral y cojo la del pantano. Sigo tirando fuerte. Por delante, al parecer, medio se reagrupan todos pero nadie echa en falta a nadie. Paso la presa del pantano y es ahí donde veo a los primeros. Una grupeta de cuatro o cinco. Los dos Rafas, Juan Antonio y Jorge "el pajarillo". Me uno a ellos. Poco después se une mi tocayo, Enrique Atienza. Bajamos la cuesta de las cabezas y el pinchazo vuelve a dar quehacer. Solución. Cambio de cámara y a volar. 

Total, que llegamos a Deifontes, donde algunos, ya han comido, incluso hecho la digestión y charlado de todos sus temas. Se levantan, vuelven los nervios del regreso. Y vuelve también la falta de empatía.

La camarera, harta de todos, se toma su tiempo para servirnos y engullimos como los pavos el improvisado desayuno. Fuera, se oyen voces. Algunos intentan sujetar a otros. Veo como parte del grupo parte. Normal. El personal está desesperado. Salen antes, pues llegan antes, por lo que la espera se les hace eterna y tediosa.

El regreso, como citaba al principio, por Caparacena, con los cansinos y pesados tirones que dan algunos cuando ven una rampa para luego frenar cuando coronan. Esa actitud, que no es la más adecuada, provoca que el compacto grupo que veníamos se rompa en pedazos una y otra vez obligando al que no está en buena forma que se castigue en demasía.

 Prestigiosos científicos de todo el mundo entendidos en la materia del comportamiento humano están investigando sobre eso sin haber conseguido aún explicación alguna.  

La llegada al reagrupamiento en Albolote se hace sin novedades y de ahí cada mochuelo a su olivo.

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