Buenas tardes amigos y amigas. Reanudamos la actividad bloguera una vez pasado el periodo estival aunque bien es cierto que la temporada se reanudó el pasado domingo y como servidor no pudo participar de tan exquisito evento pues quedará en el aire las vicisitudes que ocurrieran allá por tierras del temple, lugar establecido en el calendario de rutas de esta temporada 2019.
Hoy, segundo domingo de septiembre, al parecer había ganas de bici, aunque a decir verdad el verano se ha cebado con algunos y no han dejado la flaca ni para comer, pero para otros, el obligado parón estival nos ha nutrido de ansias de kilometrear como es debido con el grupo de tan querido club.
Así, las cosas, una treintena de compañeros más algunos agregados, que cada vez son más los que prefieren las sabias ruedas del velo club para rodar entre amigos, hemos iniciado el periplo dominical con dirección, todos juntos, por Bobadilla y la Puleva para llegar, con un ritmo contenido por la, saturada de coches,carretera del barco, Las Gabias y Alhendín.
Una vez superada la subida del Suspiro del Moro, y viendo el cansino ritmo que algunos se empeñan en poner, cada cual ha obrado en consecuencia y ha rodado en la grupeta que mejor le convenía hasta llegar a la subida de Los Lentos, lugar que estaba establecido para ir al destino de Nigüelas.
La subida en sí, algo exigente al principio, se torna cansina en los últimos metros con rampas de hasta el 13 % que nos llevan al famoso pilarillo que nos recibe con dos cañillos de agua fresquita que bien nos parece un maná de los mismísimos dioses y que todo ciclista que llegaba se lanzaba a sus cristalinas aguas como si no hubiese un mañana.
Alzando la vista, la Falla, allí arriba, impertérrita, con sus vallillas y pinillos lanzándonos una mirada desafiante (a mi no, a los aguilillas, que hoy no las tenía yo todas conmigo) para ver quien osaba de hacerle una visita de cortesía pero nada. Se ve que los cañillos nos tenían a todos ensimismados.
Una vez abrevados como mulos de labor, bajada por el mismo sitio, todos en grupo, con cautela hasta el Zahor, donde una vez más, nos hemos tirado a la barra como si viniésemos de segar a pedir con desmesurada exigencia cada cual lo que le venia en gana.
El pobre camarero capeaba una y otra vez el temporal de peticiones, de manos adentrándose en la barra para llamar la atención.... una cocacola cuando pueda jefe....... un café con leche y media de tomate....... dame una maritoñi de esas........ jefeeeee que yo estaba antes....... lléname el bote de agua...... un té...... me café, andestá......... y así hasta que el pobre muchacho, harto de estar harto y haciendo aspavientos con las manos nos decía una y otra vez "tranquiiiiilos que todos vais a comer, tranquiiiiiilos, ya voy, valeeeee, un momentoooooo".
Otro camarero, o pseudocamarero que había por allí, se ve que lo ha intentado, pero nos ha durado un asalto. Al cuarto café repetido por no se quién, ha cogido las de Villadiego diciendo un "anda que os den".
Al final, después de haber calmado a las masas, comido en condiciones, y pagado religiosamente nuestras deudas tabernícolas, nos hacemos a efectos fedatarios nuestra foto de rigor en grupo y vuelta al tajo por una ruta nueva y desconocida por todos. A petición del presi hemos recorrido la zona menos conocida de la laguna del Padul hasta llegar a la rotonda del Puntal. Desde ahí hasta Bobadilla, donde estaba establecido el punto de reagrupamiento ha sido volar.
La jornada, una vez llegados a Maracena, ha concluido al calor de unas cervecillas, bien merecidas, por cierto.
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